La Toyota Hilux y la Volkswagen Amarok junto a sus 5 pasajeros, nos situamos a la salida del paso Diaguita que une Gualfin con el puesto Compuel en la provincia de Salta.
Esta travesía que originariamente iba a ser conformada por 3 camionetas, sufrió la 1º baja el día en que se disponía a salir debido a un problema de salud de uno de sus integrantes.
Ahora, acabábamos de sufrir la 2º baja, la Amarok de Jorge y Elena, había roto el precap de la rueda izquierda, por lo que se vio imposibilitada de continuar la travesía.
No contando con el repuesto, Pablo, Andrea y Zari, se ven en la obligada necesidad de seguir el recorrido que tenían por delante solos, a los fines de conseguir el precap en Belén y/o juntarse con alguna camioneta que viniera desde Buenos Aires con dicho repuesto y poder así volver juntos hasta donde quedó varada la Amarok.
Por delante los esperaban las Sierras de Vazquez, si bien sabían que era un paso muy complicado, no lo conocían pues ésta era la primera vez que lo iban a transitar.
Dejaban atrás el paso Diaguita, el cual les había llevado un día y medio atravesar sus 18 km y habiéndolo realizado las 2 camionetas juntas, ayudándose e indicándose a pie el paso por los filos y precipicios desmoronados, siendo el mismo además muy angosto y repleto de grandes piedras; por todo ello que esta vez los integrantes de la Hilux, no quisieron volver a intentarlo solos.
Así dadas las circunstancias, alrededor de las 14.00 hs del viernes 10 de enero, se despiden de Jorge y Elena, y encaran una aventura que jamás se podría recomendar para una sola camioneta; es decir cruzar las Sierras de Vazquez por el paso del Colifa, para entrar al Galán, y saliendo por El Peñón, llegar a Belén.
Después de una emotiva despedida, el grupo se separa y ahora la Toyota de Pablo y familia, se enfrenta sola a lo que les depare el terreno.
Era una situación muy angustiante pero necesaria para seguir adelante, si no partían no podrían intentar solucionar el problema mecánico; las primeras vistas desde que dejaron de ver a la Amarok, no seran tan desalentadoras, había muchos coirones de buen porte, pero nada para irse preocupando, por lo menos por ese momento.
Avanzando hasta el verdadero puesto Compuel, deben pasar una extensa vega anegada que exige y pone a prueba a la Toyo, y también a los nervios de la tripulación.
Una vez atravesada la vega, arribamos al verdadero puesto Compuel y siguiendo el cauce del arroyo del mismo nombre, debimos avanzar por un campo minado de coirones y cactus, que rasgan a su paso tanto los bajos como los costados de la camioneta, pero no detienen el lento avance de la solitaria Toyo y de la tarde que se va yendo.
De repente una persona a pie nos encara de frente, es Sergio, un gran amigo que nos daría una invaluable ayuda al día siguiente. En ese momento, nos dice que está yendo para su puesto, el Gutierrez, antes conocido como Don José, y que nos acompañaría por la huella, si queríamos, lo cual aceptamos de muy buen gusto.
Parecería que los ruegos de Andrea y Zari fueron escuchados, y seguir los pasos de Sergio, le da al grupo un plus de tranquilidad pues camina delante de la camioneta, exactamente por los lugares donde figura el track que estábamos siguiendo.
El track es muy duro, no nos da respiro, piedras y bordes muy finos al pie del arroyo, el cual tendríamos que vadear de un lado al otro en incontables oportunidades.
El arroyo abajo, y en una de las trepadas, la rueda trasera de la Toyo queda colgada, por lo que apelamos al malacate y enganchado a unas piedras de adelante, seguimos avanzando nuestro derrotero.
Cargamos unos paquetes que Sergio había dejado en un corral, y le hacemos el aventón hasta su puesto.
Trepamos una ciénaga ubicada dentro de la vega que está frente al puesto, con mucha dificultad y siguiendo exactamente el lugar donde nos había indicado él; nos instalamos en un sitio plano y en altura, para disponernos a armar la carpa y pasar la noche.
El cielo amenazaba con el inicio de una tormenta por lo que la intención de la familia era terminar de armar campamento antes que comenzara a llover.
Sergio se despidió con la promesa de volver al día siguiente a las 8.00 am a caminar junto a nosotros hasta un lugar que llamó "piedras blancas", desde donde según él creía, podríamos seguir con menos dificultad...