Después de pasar una noche tranquila dentro del refugio Veladero, preparamos un buen desayuno mientras levantamos campamento para subir a Corona del Inca. Visitar nuestra apacheta, dejada años atrás y la que le hicimos a la familia Yoma. Luego nos desplazaríamos al mirador este, el cual posee un poco más de altura.
Salimos de la RN76 para seguir el cauce seco del Río Veladero. Avanzamos al norte para entrar al Campo de Burritos Muertos, seguir al arenal, que estaba bastante pesado, pasar por el campo de Ignimbritas y el lecho de piedras.
Vamos dejando atrás estas piedras, y dirigiéndonos al oeste, por el cauce del Veladero, que por primera vez, vemos abastecido de agua por el derretimiento de los penitentes que nos rodean de ambos lados.
Un paisaje que en las cuatro veces anteriores que estuvimos en Corona del Inca, no habíamos visto nunca.
Después de unos minutos de pura contemplación, donde solo los sentimientos prevalecen, nos parece extraño que no reconocemos nuestra apacheta. Sí está la que le hicimos a la familia Yoma, y lo que pudo haber sido la nuestra, usurpada por un grupo al que se nota, le faltó la fuerza y el espíritu para hacerse la propia.
Así que nobleza obliga, se la dejamos y construimos una nueva que bautizamos al instante.
El clima es excelente y estamos con muy buen horario, así que vamos para el otro mirador, más al este.
La vista es indescriptible, la disfrutamos durante unos minutos con mucha paz, el lugar es un llamado en sí a la reflexión, a la contemplación.
Luego nos despedimos nuevamente de Corona del Inca, y comenzamos a bajar.
Ahora descenderíamos por el cauce del Río Veladero y del Río del Medio.
Ahora el camino es conocido, en bajada, paramos a reponer energía a un costado del arenal, y seguimos hasta la RN76.
Decidimos entrar a Laguna Brava por el track que la rodea al oeste, teniendo un gran acercamiento al avión siniestrado y rodeando al cerro Chepical.
En el hospedaje de Yoma, nos encontramos con el Pitu Matinez, Araceli y Canela, que habían terminado de solucionar su problema en el tanque de combustible de la TLC.
Cenamos juntos mientras reímos al compás de anécdotas de las travesías recientes.