La propuesta para este día era dejar ya definitivamente Mina La Casualidad, levantar campamento y subir unos 25 km por la rp 27 hacia el nor-este para bajar ya por el track sud-este a la vega Cori y encarar con dirección este hasta el salar de Arizaro, rodeando el cerro homónimo de 4608 mt. En el salar visitaríamos el famoso Cono de Arita, tan especial por su perfección geométrica como por su ubicación dentro del salar.
Luego, pasando por Antofallita, terminar el día armando campamento en Antofalla.
Así se veía el campamento los días que estuvimos.
Walter "marcando territorio".
Nuestras instalaciones en pleno despliegue.
Las "chicas 4x4", Micaela y Zarina, dejando el lugar limpio como cuando llegamos.
Nos despedimos de Mina La Casualidad, un sentimiento extraño de voces que nos acompañan desde esta mina abandonada, que tiene en cada habitación, cada sala sin techo, cada máquina abandonada, una historia que contar, y se desesperan ante la posibilidad de volver a quedar solos, quién sabe por cuanto tiempo más, sin poder ser escuchados.
Desde la rp27 vemos la línea de azufre casi en su totalidad y el Salar Río Grande a los pies de la mina.
Con zoom, el Volcán Socompa algo nevado por la tormenta del día anterior.
Dejamos la rp27 y bajamos por huella hacia el salar de Arizaro
En verano, los pastos se pintan de un amarillo intenso, un color que nos acompaña hasta el salar y que disfrutamos rodeados de un paisaje entre grises y celestes que enmarcan la foto con nuestras camionetas, perdidas en tanta inmensidad.
A lo lejos, aparece en nuestros parabrisas el salar de Arizaro.
Seguimos en La Tierra?, o fuimos abducidos sin darnos cuenta y estamos en otro planeta de la Vía Lactea?
La huella bien marcada nos lleva a paisajes increíbles. Los colores cambian cuando estamos rodeando el salar.
Por fin, aparece ante nuestros ojos el "Cono de Arita". Igual que una "pirámide de energía", nos "llena los tanques" de emoción.
El grupo va posando para la foto que seguro, va a parar a un pasillo de la casa.
Dejamos el salar de Arizaro y en su extremo sur, encontramos esta vega que nos recuerda que en estos remotos lugares, también hay fauna.
Vega Chascha.
Los paisajes se suceden unos tras otros, como caleidoscopio girando sin parar, ofreciendo distintos matices de colores en cada vuelta.
Después de una zona bastante árida, asomamos al filo de una montaña y abajo aparece la vega Antofallita.
Como un oasis en pleno desierto, esta vega ilumina nuestros rostros con ese verde impactante, exhuberante en árboles, con una huerta completa, comandada por su única dueña, Corina Salas. A 300 mt, y compartiendo la única zanja de agua de 40 cm de ancho, y cuya represa de desvío de la corriente de agua es una piedra que giran 12 horas para cada lado, se encuentra su hermano.
Desensillamos para tomar unos mates bajo esa irresistible sombra que ofrecen los árboles, mientras esperamos a que Corina baje de la montaña con los animales, que según nos explica su hermano, lleva a pastar hasta las 17.00 hs aproximadamente.
Los chicos primero, los grandes después, aprovechan ese hilo de agua que corre para lavarse y refrescarse, un hilo de agua, como un hilo de vida, en medio de tanto salar y desierto.
Por fin llega Corina, trae sus corderos, y como "guía de los animales" una llama que se abre camino hacia el corral, encarándonos y corriéndonos para liberar el paso de "sus ovejas".
La llama "ovejera" se acerca a la "intrusa".
Por suerte, confía en Andrea, que rápidamente acaricia a "la llama guardiana".
El lugar es lo más parecido a un paraíso, son las 19.00 hs y faltan 42 km para Antofalla, así que convenimos en que lo mejor es quedarse a dormir
allí, arreglamos con Corina para poder pagarle su hospitalidad y "compramos" un cordero, que Lando y Kico, se encargan de matar y cuerear y Pablo, con la ayuda de Tony y Walter de
cocinar.
Tuvimos que hacer el cordero soportando un viento zonda que nos duplicó el trabajo. Fueron 18 kg de cordero, que nos alimentaron esa noche y, al otro día en Antofalla, fueron también el almuerzo.
Las mujeres durmieron en el comedor, mientras que los hombres fuimos a un cuarto de atrás, tiramos unos colchones que nos proveyó Corina y "todos" los muchachos nos metimos allí, inclusive el "pequeñín" que compartió colchón con Lucas.
A la mañana siguiente saldríamos hacia Antofagasta de La Sierra, pasaríamos primero por Antofalla, Los Ojos de Campo, y visitaríamos las vegas Las Quinuas, de la familia Alancay y la vega Botijuela, del ermitaño Simón, para llegar a ADLS por la Quebrada del Diablo.
Nos esperaba otro largo día y nos convenía descansar para disfrutar a pleno.
Amigos4x4offroad